Internet nos ha cambiado la vida. Su día conmemorativo es el 17 de mayo, fecha destacada para los gallegos, el Día das Letras Galegas, pero también para la Sociedad de la Información, que comparte día señalado a nivel mundial. Pero, en realidad, el Día de Internet es, ahora más que nunca, todos los días.
La expansión de Internet en la década de los 90 del siglo pasado marcó un antes y un después en el orden mundial. Algo tan accesible hoy como es obtener la información meteorológica en tiempo real de cualquier punto del globo a través de un smartphone, era de aquella un concepto que solo podía aparecer en libros y películas de ciencia ficción.
Internet ha cambiado la forma de acceder a la información
En 2020, el 99,5% de la población española tiene 4G y el 81% puede acceder a la red a una velocidad superior a los 100 Mbps. España tiene, a día de hoy, la fibra óptica más capilar y voluminosa de Europa y la quinta a nivel global. Somos parte de ese 51% de la población mundial que está conectada, frente a las más de 4.000 millones de personas que siguen sin acceso a la red de redes.
Internet ha cambiado nuestra forma de relacionarnos
Podemos chatear, hablar, oír y ver a personas que están en cualquier parte del mundo en tiempo real y prácticamente gratis. El número de llamadas se ha reducido en beneficio de los mensajes cortos de texto vía plataformas como Whatsapp, Telegram o Messenger, y de los audios, esas grabaciones a través de las que enviamos un mensaje para no tener que escribir. Las fotos ya apenas se imprimen, ahora se guardan en la nube o se comparten en Instagram, Facebook, Twitter… donde etiquetamos a la persona que aparece en ellas con nosotros. O a la que no aparece. Y en cuarentena no llamamos, videollamamos. Y el jefe y el compañero y el cliente… Estar comunicados permanentemente con las personas que queremos es posible, si queremos.
Internet ha cambiado nuestros hábitos
Ya no esperamos una semana para ver el siguiente capítulo de nuestra serie preferida. Ya no necesitamos una enciclopedia en papel en casa -mucho menos una docena, según el tema-. Ya no tenemos que desplazarnos para comprar ropa o para planificar unas vacaciones. Apenas enviamos cartas y, ¿quién tiene un fax en 2020? Somos ecológicos, porque leemos libros digitales. Internet se ha vuelto imprescindible. Durante este confinamiento, los españoles pasamos de media 79 horas a la semana conectados. Pero esta cifra es tan solo un 7% superior al consumo de Internet habitual.
Internet ha cambiado nuestra forma de trabajar…
Ha creado nuevos modelos de negocio y las redes sociales han posibilitado viralizar, en cuestión de minutos, cualquier información. El hombre más rico del mundo tiene un negocio en línea y las empresas con mayores beneficios tienen una presencia vital en la red.
Y la de captar clientes…
El usted y los formalismos se han sustituido por un lenguaje directo, que invita a la acción, a un ritmo vertiginoso que incita a la compra en caliente, a no pensar en el gasto sino en el beneficio. Ahora los clientes dejan sus opiniones sobre un producto, servicio o empresa en Facebook, Google MyBusiness… y el resto de usuarios las leen con curiosidad, les otorgan credibilidad y hasta las utilizan como criterio decisivo en su compra. Y por eso las plataformas de venta online se ven en la necesidad de controlar la veracidad de esas opiniones y controlar la “infoxicación”. Este es también un problema impensable en la era previa a Internet, en la que no existían las empresas dedicadas a verificar las informaciones de otros medios y a detectar las ya habituales fake news.
El noveno propósito de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), fijados por la ONU en la Agenda 2030 para cambiar el mundo, versa precisamente sobre la reducción de la brecha digital, para garantizar el acceso igualitario a la información y al conocimiento que se transmite por las redes. Una herramienta tan potente, que ha cambiado nuestros hábitos, nuestra forma de trabajar y la de aprender, no puede estar solo al servicio de la mitad de la población mundial.
[bctt tweet=»Una selección inteligente de herramientas que permitan ordenar y optimizar el acceso a contenidos y formación es crucial para poder ofrecer un servicio competitivo, clave del éxito.» username=»xercode»]
Internet ha democratizado la formación
El volumen de información que aloja la red tiende cada día más al infinito. Cualquier persona en cualquier lugar del mundo tiene acceso a contenidos audiovisuales gratuitos de prácticamente cualquier temática. Un modelo educativo radicalmente diferente al de los años 80 y 90, previos a la globalización informativa instantánea. Cuando necesitas una respuesta instantánea acudes a un buscador, Bing, Yandex o, mayoritariamente en España, Google.
Esto plantea un reto constante para el sector del libro y de la formación. Queremos consumir información y formación a la carta, igual que devoramos series y películas, en modo remoto, como y cuando nos apetece. La UNED fue la primera universidad a distancia de España y tras ella cientos de centros, empresas y entidades de diferente índole empezaron a ofrecer formación a distancia y en línea, “robando” espacio y cuota de mercado a los estudios presenciales. Ofrecer formación online permite recibirla desde cualquier punto del planeta, con independencia de los husos horarios y los miles de kilómetros que separan al centro del alumno.
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Esto implica una mejora cuantitativa y cualitativa del acceso a contenidos y formación multidisciplinar, pero también requiere de unas aptitudes digitales por parte de los profesores, así como de una infraestructura por la del proveedor de los contenidos o servicios. Saber gestionar eficientemente los recursos, ponerlos a disposición del demandante de una forma sencilla, visual y ordenada es determinante. Y hacer una selección inteligente de plataformas y herramientas que permitan ordenar y optimizar el acceso a contenidos y formación es crucial para poder ofrecer un servicio competitivo, clave del éxito.
Las empresas que ofrecemos servicios de gestión documental tenemos ante nosotros el reto de satisfacer las demandas de un público cada vez más exigente en términos de dinamismo y calidad, que en dos clics puede comparar y contrastar un producto o servicio con el de la competencia de su creador. Estar a la altura con respuestas ágiles, adaptadas a las necesidades del cliente y del usuario final, como se han requerido durante este Estado de Alarma, muestra un compromiso con la vocación de servicio.
El papel de las bibliotecas
Además de los numerosos desafíos que el propio día a día de una sociedad global trae al sector, en este momento las bibliotecas en particular y las empresas de servicios documentales en general, tienen el doble reto de ofrecer información veraz y contrastada y, en tiempos de coronavirus, hacerla aún más accesible.
Ante el auge de las fake news y de los medios y usuarios de redes que viralizan bulos, las bibliotecas se erigen como espacios de información y formación verificada, para cumplir con uno de los derechos más importantes de nuestra sociedad que, como tal, está reconocido en la propia Constitución: el derecho a la información. Las bibliotecas han prestado un servicio adicional de información sobre prevención y buenas prácticas frente al covid-19.
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Ofrecer un acceso remoto incluso a personas no socias, permitir que usuarios de todo el país tengan acceso a los contenidos de calidad de estos centros de cultura se complica en tiempos de teletrabajo, sobrecargas en la red y brecha digital, especialmente en pueblos y localidades de tamaño reducido. Pero la mayoría de comunidades han buscado la posibilidad de facilitar el acceso. En Galicia, la Xunta ha ofrecido online los títulos de todas las bibliotecas públicas abriendo su plataforma GaliciaLe a todo el público.
Durante esta pandemia, disponer de contenidos accesibles, ordenados y clasificados a través de la red ha sido una ventaja competitiva para muchas empresas y un servicio de valor incalculable para los millones de personas que han tenido que ceñir su vida al entorno de su hogar.
Numerosas bibliotecas han compartido información de utilidad para los ciudadanos a través de sus páginas y redes sociales. Han lanzado iniciativas solidarias, otras de ocio para niños y adultos, pero todas con el objetivo común de apostar por la cultura como vehículo para la dinamización de estos tiempos de distanciamiento social y confinamiento. Internet ha permitido que esto haya sido posible.
Servicio de información sobre el covid-19
La Biblioteca Nacional junto con bibliotecas autonómicas han recolectado información sobre el virus procedente de páginas web de organismos públicos, noticias de medios de comunicación, hashtags y redes sociales, entre otros. Son ya más de 4 terabytes de información con cerca de 1.500 webs de referencia, que incluyen desde fuentes oficiales hasta iniciativas ciudadanas surgidas de forma espontánea.
[bctt tweet=»La Biblioteca Nacional junto con bibliotecas autonómicas han recolectado información sobre el coronavirus. Cuentan ya con más de 4 teras de información con cerca de 1.500 webs, e incluyen desde fuentes oficiales hasta iniciativas ciudadanas.» username=»xercode»]
Sin duda, este virus ha marcado un antes y un después en el consumo de información, en la formación y en el trabajo. Y, en medio de todos estos cambios está esta red universal ya imprescindible para la sociedad.